Un criador de gallinas va al bar local, se sienta al lado de una mujer y pide una copa de champaña.
La mujer comenta: ¿Qué tal? Yo también pedí una copa de champaña.
– ¡Qué coincidencia! – Dice el criador. – Hoy es un día muy especial para mi, así es que estoy celebrando.
– ¡Para mí también, hoy es un día muy especial! – Dice la mujer. – Yo también estoy celebrando.
- ¡Qué coincidencia! – Dice el hombre.
Cuando ellos ‘chocan’ las copas, él complementa: ¿Y qué es lo que está celebrando?
– Mi marido y yo veníamos tratando de tener un hijo y hoy mi médico ginecólogo me dijo que estoy embarazada.
– ¡Qué coincidencia! – Dice el hombre… – Soy criador de gallinas y durante años mis gallinas no eran fértiles. Pero hoy ellas están poniendo huevos fertilizados..
– Eso es estupendo – Dice la mujer. – ¿Qué hizo para que las gallinas quedaran fértiles?
– Usé un gallo diferente – Dice él.
La mujer sonrió, brinda nuevamente y dice: ¡¡¡Pero, que coincidencia
Este era un gallinero en el que vivían muy felices veinticinco gallinas y un gallo, pero como el gallo ya tenía unos cuantos años, el granjero decidió cambiarlo por otro más joven, por lo que un día se abrió la puerta del gallinero, y entró un gallo joven y bien plantado.
Rápidamente las gallinas se arreglaron el plumaje, y empezaron a contonearse delante del gallo joven. El gallo viejo, arrastrando sus espolones retorcidos, y con alguna que otra calva en su plumaje, se le acercó y le dijo así:
- Bienvenido, me alegro de conocerte compañero… supongo que siendo como eres joven y fuerte, tendrás intención de hacerte el amo del gallinero… ¿no?
- Naturalmente abuelo – contesto el gallo joven – ¿Algún problema?
- No, claro – dijo el gallo viejo – sólo que entre compañeros, y delante de las damas te ruego que no me dejes mal, y me des una salida airosa.
- ¿Qué propones? – preguntó el jovencito.
- Pues mira… yo ya no estoy en disposición de pelear, por lo que te sugiero una carrera de tres vueltas alrededor del gallinero.
- Eso está hecho – dijo el joven muy contento de liquidar el asunto de una forma tan fácil.
- Pero para ser justos, y dado que el reuma no me deja correr muy bien, te rogaría que me dieras media vuelta de ventaja.
- No hay ningún problema – dijo el gallo joven muy seguro de sus posibilidades.
De este modo empezó la carrera, y antes del que el gallo viejo hubiera completado la segunda vuelta, ya tenía al gallo joven pisándole los espolones, cuando de repente se oyó un tremendo
estampido, y el gallo
jovencito quedó en el suelo entre un charco de sangre y una nube de plumas.
- ¡¡Carajo!! – dijo el granjero con una escopeta humeante entre las manos. Es el tercer gallo maricón que me venden esta semana!